Aintech la Nanotecnología en el momento exacto

Daniel Fajardo Cabello        11 SEP 2022 09:52

Tomás Houdely, creador de la startup Aintech.

Justo antes de la pandemia, cuatro emprendedores estaban buscando resolver un problema basándose en la nanotecnología y utilizando el cobre. Gracias a un desarrollo científico de alto nivel y un excelente olfato de negocios, le dieron en el clavo, con una tecnología que desarrolla un producto para desinfección en base al metal rojo. Hace unos meses levantaron una ronda de US$8 millones y se aprestan a entrar al mercado canadiense.

Aunque amaba la física y no se llevaba bien con la química, Tomás Houdely ha estado siempre ligado laboralmente a esa disciplina. Incluso, creando Aintech, una startuprelacionada a ese mundo, la que este año proyecta facturar US$6 millones y alista su llegada a América del Norte.

La historia comenzó hace cuatro años. Houdely llevaba cerca de una década trabajando para la industria química, pero siempre con la nanotecnología rondándole en la cabeza. Quería ver la posibilidad de crear una especie de nueva generación de aditivos que estuvieran en el mundo de las “cleantech”, empresas que desarrollaron tecnología para reducir los impactos de la contaminación y, a la vez, luchar contra el cambio climático. Pero el desafío era mayor: lograrlo en la industria química.

Mientras masticaba la idea junto a sus amigos Matías Olabarrieta y Sebastián Cardoen, hijo del empresario Carlos Cardoen, en la casa de este último, tocó a la puerta Vittorio Stacchetti, quien venía a conversar con Cardoen por otro negocio. Stacchetti ha trabajado por más de 10 años en el sector del consumo masivo y su familia está ligada a la agroindustria. Le bastó escucharlos unos minutos para decidirse. “¡Es una excelente idea! ¡Quiero participar!”. Puso $100 millones transformándose en el cuarto socio y el primer inversionista ángel de esta startup.

La familia de Cardoen tenía un pequeño laboratorio desocupado en la comuna de Macul donde comenzaron a diseñar los primeros modelos.

La explicación la verbaliza Houdely con un lenguaje pedagógico envidiable: “El objetivo inicial era hacer un proceso productivo enfocado en el cobre. Este metal posee desventajas cuando lo trabajas en dimensiones nanométricas. A 100 nanómetros, las propiedades ‘cuánticas’ de los materiales se modifican, comportándose bajo otras leyes de la física. Empiezan a ocurrir fenómenos que, con el avance de la nanociencia, ya se pueden controlar y usar a nuestro favor. Por ejemplo, un material puede emitir luz, tecnología que la ocupa hoy Samsung y LG, para pantallas de nueva generación. La nanotecnología es una industria de más de US$160 mil millones en el mundo y crece a una tasa anual de 20% en promedio. Pero lo que es aún más atractivo es su aumento en la industria química, que es de casi US$5 trillones. Cada fábrica que transforma una materia prima en un bien de consumo utiliza, de alguna u otra manera, algún aditivo químico en el proceso. La ONU proyecta que la industria química se duplicará al 2030. La paradoja es que es uno de los sectores más contaminantes”.

Y aquí viene el propósito y el negocio de Aintech: crear soluciones en base a la nanotecnología para que la industria química produzca más, pero bajando la emisión de gases de efecto invernadero. En este momento aparece nuevamente el cobre y la segunda parte de la cátedra de Houdely:

“Nuestro objetivo es crear nuevos procesos productivos para nanomateriales orientados a la industria química, utilizando el cobre como desafío inicial, porque mantenerlo en estado metálico es muy complejo cuando está en dimensiones nanométricas. Dentro de las propiedades cuánticas, existe una que se llama ‘compresión de nube de electrones’, donde el material se va disminuyendo y los electrones tienen menos espacio para interactuar, comprimiendo su nube. Entonces, es muy común que el último electrón -que es el de mayor inestabilidad y el que le permite al cobre tener sus propiedades de conducción- salte de la nube cuando se realiza esta compresión, lo que genera un proceso de oxidación y el metal pierde sus propiedades conductivas y aumenta la resistencia. Ante esto, la industria electrónica que imprime circuitos de alta densidad ya no está usando cobre, sino plata, porque es más estable. Pero también es más caro y más contaminante”.

Si Aintech lograba resolver este problema en el cobre, podría hacerlo en una lista muy amplia de materiales para distintas aplicaciones.

A principios de marzo de 2019, Olabarrieta convenció a un grupo de inversionistas que fueran a ver lo que estaba gestándose en el laboratorio de Macul. Sacaron de sus billeteras $500 millones y, más $100 millones adicionales que comprometió Stacchetti, comenzaron a desarrollar a toda máquina el modelo. Lograron hacer las pruebas de concepto y algunos pilotos y enviaron a fabricar al extranjero su primer reactor de flujo continuo, el que llegó justo para la semana del estallido social de octubre de 2019.

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